PERDÍ LA CUENTA: UN SOLEADO DÍA DE VERANO.- Pues si, sigo aquí, vivito y coleando y en un estado saludable que dará envidia a no pocos. Desde mi última entrada, hace ya más de un año, he pasado algunas vicisitudes que mis mecanismos psicológicos de defensa han casi archivado en algún oscuro rincón de mi memoria. No es mi intención hacer un pormenorizado relato de los hechos acaecidos desde mi última comunicación. Os haré un somero resumen para no herir sensibilidades y no dar carnaza a los morbosos, que alguno habrá.
En mi último apunte os detallaba mi tercer ciclo de putoterapia y lo malito que estaba hasta ese momento. Pues eso no fue nada. Todo ese sufrimiento no hizo efecto y mi amiguito el Linfoma, no quería dejarme. ¡Estaba tan agustito! Había que atacar al bicho con otra estrategia y mis finos estrategas hematólogos planificaron otro plan de ataque. Entonces se desató el infierno.
Desde luego no le recomiendo a nadie la dieta de adelgazamiento a la que me sometieron. Tres ciclos más de quimio y todo tipo de torturas dignas del Fu Man Chu más cabrón. En el primer ciclo me dejaron para el arrastre, de hecho, empalmé en el hospital con el segundo. Me sondaron, me drenaron un pulmón encharcado, me medicaron hasta la saciedad con todo lo imaginable. Entre sondas, catéteres, drenajes, vías y demás finuras, parecía un pulpo. Después he sabido que estuvieron apuntito de subirme a la UCI por que tenía el hígado machado.
Tras vomitar no se qué, por que he estado meses sin ingerir nada sólido, subsistiendo a base de nutrición parenteral y sueros varios, el tercer ciclo supuso una especie de tregua. Un paseito que se vio complementado con la noticia de que mi pasajero había cogido las de Villadiego y poco a poco, sin mirar atrás, estaba desapareciendo.
Tras unos días de descanso, la prueba final: El trasplante de médula ósea (o como dicen los entendidos, trasplante de progenitores hematopoyéticos). A diferencia de mi primer trasplante, que fue autólogo (me lo hice a mi mismo), ahora necesitaba un donante compatible que me prestara un poquito de sus células madre, para ir tirando. Afortunadamente, mis papas engendraron tres hijos estupendos y mis dos hermanos son compatibles conmigo. Más concretamente, mi hermana, que es 100% compatible. No se si sabéis el alcance de este hecho, pero encontrar un donante con ese nivel de compatibilidad fuera del ámbito de la familia más directa es prácticamente imposible.
Para que os animéis a haceros donantes de médula, os voy a contar el proceso, que es muy sencillo y nada doloroso ni invasivo. Sólo hay que dedicarle unas horitas. Para ser donante simplemente hay que hacerse una analítica. En caso de compatibilidad con alguien necesitado de un trasplante entonces es cuando hay que prestar unas horitas de tu tiempo para que te extraigan el tan preciado néctar. Tras cuatro o cinco días pinchándote unas inyecciones para estimular que las células madres que se generan en la médula ósea pasen al torrente sanguíneo, te tumban en una camita y te enchufan a una máquina de aféresis. Tú sangre circula por la máquina durante las horas necesarias para extraer la médula necesaria para el trasplante. Este pequeño acto de generosidad, salva vidas, como ha hecho conmigo.
¡GRACIAS HERMANITA!
Antes del trasplante, te someten a otro ciclo de envenenamiento masivo para dejarte a cero de defensas. Lo que aguanta el cuerpo ¡Dios! Una semana enchufado a la mierda y preparándote para lo que viene, que no es nada agradable, os lo puedo asegurar. El trasplante es sencillo, como una trasfusión (por cierto, me han metido para el cuerpo unos cuantos litros de sangre y de plaquetas), pero el proceso hasta que la nueva médula se amolda a su nuevo cuerpo es lento y doloroso. Un mesecito más en el hospital en el que la mucositis (infección que afecta a todo el tracto digestivo) es la gran protagonista. Es muy doloroso, pero dos semanas a base de morfina te hacen llevarlo medianamente bien (os lo prometo, tenía alucinaciones). Tras tener un bajón de pelotas y llorarle a todo el que entraba por la puerta (familiares, enfermeras, médicos, señoras de la limpieza...), empecé a remontar y a finales de Julio del año pasado, me dieron el alta.
En el proceso, perdí 30 kilos y el maldito Linfoma: REMISIÓN TOTAL.
Un año después del trasplante estoy prácticamente recuperado y se ha producido el hecho que me recordó que llevaba tiempo sin contactar con vosotros y contaros como me iba. Hace unas semanas, mi hematólogo favorito, me suprimió, tras un largo proceso de adaptación, toda medicación. Ahora mismo no tomo ninguna pastillita o solución. Con las reservas lógicas, puedo decir que estoy curado.
A tomar por saco todo esta mierda. |
Gracias a todos por vuestro interés, vuestro apoyo y muestras de cariño. Sin vosotros no habría salido adelante. Quiero expresar mi infinito agradecimiento al servicio de Hematología de La Paz, en particular al doctor Canales y al impresionante equipo humano de enfermeras y auxiliares de la 6ª Diagonal. A mis amigos, a mi hermano Félix y a mi hermana Marisa, de la que llevo dentro un trocito suyo, a mi prima Rosa, a mis hijos, Alejandra y Diego y sobre todo, por su infinita capacidad para esconder el sufrimiento y hecerme feliz, a mi mujer, Carmen, que lo ha pasado infinitamente pero que yo.
Me despido con una canción que me dio mucha fuerza en los peores momentos, por que cada día debería ser una fiesta.
Un beso a todos.